Reformas educativas…

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Hoy voy a ‘mojarme’ con un temita de esta misma mañana. Mira que me fastidia darle la razón al PP en algo, pero esta vez, un parte de lo que ha dicho el ministro de Educación, José Ignacio Wert coincide con algo que siempre he defendido: lo de las lenguas a la hora de educar a un niño. Si en Cataluña los catalanes quieren que se estudie al 100% en catalán es un problema suyo pero yo, que soy vasca, nacida aquí, no hablo euskera (ni mi marido, ni mi madre, ni mis hermanas, ni mis suegros, ni mis cuñados, ni muchos de mis amigos,…) y me gustaría tener la oportunidad de elegir un colegio público en el que mis hijos aprendan en castellano. No tengo nada en contra de quienes elijan aprender en euskera porque esa será la lengua que mamen en sus casas, (y sus padres no querrán que se pierda, y es una magnífica opinión), pero en la mía no lo va a ser nunca y por ello, porque la lengua materna de mis hijos no va a ser el euskera, quiero poder elegir. Y si no hay colegios públicos que me den esta alternativa educativa, quiero que el gobierno (vasco en este caso), me pague un centro privado donde sí me la ofrezcan. 

Tal vez esté ‘condenando’ a mis hijos a la marginación social por no saber ‘su’ lengua pero ¿por qué va a ser suya si yo no la hablo ni nunca la he hablado? Tal vez mis hijos decidan aprenderla por su cuenta, o tal vez no. Tal vez opten por aprender alemán, además de inglés, (o chino, o árabe) y salgan, de estas provincias con lengua propia, a trabajar y a buscarse un futuro. O tal vez, tengan que aprender catalán si quieren hacer de esa tierra la suya. Pero yo, como adulta, como futura madre (espero), quiero poder elegir la lengua en la que van a aprender y en este caso, opto por el castellano. Y si me apuras, por el inglés (pero como no es una lengua oficial aquí, no hay caso). 

Mira que me jode (y perdón por la expresión) darle la razón a alguien del PP aunque sea en una pequeña cosa, pero esto de poder elegir debería de ser un derecho. Y no una obligación impuesta.

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Una Euskadi plural

Con motivo de la celebración de la Eurocopa 2012 me he dado cuenta de que no vivo en la Comunidad Autónoma que quiero. Bueno: voy a matizar. Me encanta vivir en Vitoria y ser vasco es un ‘orgullo’ (aunque siempre he defendido que sería igual de feliz siendo andaluza, o catalana, o aragonesa porque lo que soy, lo que pienso o lo que siento, no lo hace el lugar en el que vivo, sino la gente que me rodea. Yo he sido muy feliz en otras ciudades españolas pero siempre echaba de menos a los míos).

El caso es que en estos días de ‘furia roja’ y de pasión por jugadores de distintos equipos, he echado de menos la posibilidad de ver partidos en la calle o de celebrar triunfos en la plaza de turno. Y es que aquí no se puede ser español. Aquí, en esta maravillosa ciudad, no verás jamás a un niño con una camiseta de la Selección («si le pones eso, le prendemos fuego al niño cuando venga al pueblo». le dijeron medio de broma a mi hermana ante la ropa que vestía mi sobrino de un año hace una semana. Ja ja ja: qué gracia. No tengo palabras), y  tampoco lo verás con una de Ronaldo o de cualquier jugador del Real Madrid (el Barcelona está ‘mejor visto’ y de esas sí se ven más). Es una pena porque se supone que queremos una sociedad libre y no puedo ser libre, ni mis hijos, ni mis amigos, si no puedo, ni si quiera, apoyar a quién me dé la gana o celebrar lo que me apetezca.

Ayer, un programa de ETB (cadena de televisión que No me representa- y cada vez menos- y que vi porque mi programa de sobremesa había cancelado su emisión) hablaba de que 7 de cada 10 vascos vieron el partido. Nunca en público, salvo en cuadrillas de amigos, alguien reconocerá que vio a la Roja ganando en Europa pero el share no miente.

Bueno, volviendo al ‘programita’, en él se dieron cita cuatro personas que respondían a formas de pensar diametralmente opuestas: un comentarista deportivo de Onda Cero, una política del PP, una periodista nacionalista y un abertsale de lo más retrógrado. Si he de comulgar con las ideas de alguien, lo hago con las de los dos primeros (en algunas cosas, la chica del PP era coherente, aunque ese punto de defensa a ultranza de España como lo mejor del mundo, también me chirrió un poco) y difiero totalmente con la del resto de invitados. Estos últimos defendieron ante la audiencia la importancia de una selección propia para jugar este tipo de partidos y a mí, que el deporte en general me da lo mismo, me parece una buena  idea: así, más futbolistas tendrán la oportunidad de darse a conocer fuera y contarán con nuevas oportunidades profesionales (aunque es un tema que seguro que tampoco gusta a los ‘anti-españolistas’ porque no les hará gracia que nadie abandone ‘su patria’ por dinero o prestigio – ya me gustaría a mí saber qué harían ellos por esos reconocimientos).  Pero, y ante esta propuesta de Euskal Herriko Selekzioa que reitero, acepto, tengo una reflexión: ¿podré ver partidos de quien yo quiera y celebrar lo que quiera en cualquier parte de este ‘país’ si elijo no celebrar los triunfos de los de aquí? ¿Podrán mis hijos llevar la camiseta que les apetezca, si existen deportistas vascos que nos/les representan, pero prefieren ser de Iniesta o de Casillas? Me temo que no: las cosas no van a cambiar y esos que ayer, y que cada día (tiraron piedras a los aficionados en Getxo) declaran su odio a lo que no tiene que ver con estas fronteras, no nos van a dejar en paz. Porque hay que ver y que apoyar a lo que ellos quieren. Si no, no tienes cabida en el País Vasco.

Ayer, sentí envidia de los madrileños que, sin complejos y sin ataques de fascistas nacionalistas, celebraban lo que les parecía bien. Aquí no sería posible. Aunque muchos lo hicieran en sus casas.

Y sólo una cosa más: mis niños, los de mis hermanas, los de mis amigos, ¿tienen que vivir en una sociedad libre, o en una libertad que marcarán los que ahora dicen sentirse ‘bajo el yugo del Gobierno de España»? Es una pena y echo de menos Murcia cuando suceden cosas así.

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Mamá: quiero ser política…

Supongo que no soy la persona más cualificada para escribir de economía puesto que, salvo de la mía, poco más sé, pero esto de vivir pegada a una radio casi continuamente, o de ver programas como Salvados, tiene sus consecuencias y, como dicen ‘la ignorancia es temeraria’, así que me lanzo al ruedo. El pasado domingo Jordi Évole hizo una magistral obra de arte hablando de un ente del que poca idea tenía yo como común mortal: el Tribunal de Cuentas. Ni idea hasta eses momento de a qué se dedicaba (salvo un concepto generalista de control de gastos e ingresos) y de ahí mi sorpresa al descubrir que hay 12 personas (según un responsable del lugar, los funcionarios trabajaban ‘mucho’) que viven como reyes (empleó la expresión ‘no la hincan’) sin hacer nada de nada. Tienen sueldos altísimos y no trabajan y, lo peor, es que todos son ex altos cargos dentro de los dos partidos políticos mayoritarios, es decir: imparcialidad nula. Había uno, no recuerdo el nombre, que tenía más de 80 años, pero ¿quién se va a jubilar con semejante puestazo y remuneración? Y si a eso, me imagino, le sumamos lo que ganarán por pertenencia al partido, o por ser «ex-algo» de sus partidos,… ¿Y por qué no se recorta de aquí? Si estas personas no hacen nada, o su trabajo podrían hacerlo los funcionarios de turno, no entiendo porqué no nos ahorramos esos sueldos. No me parece tan complicado.

Y lo mismo me pasa con el Congreso y el Senado. Este último, directamente debería de desaparecer o, como mínimo, reducirse drásticamente. Según algunos datos que he encontrado navegando por la red, un senador de Madrid ronda los 4.200 euros al mes y uno de fuera de Madrid, los 5.200. Si multiplicamos por 264 senadores, también es un pico el ahorro, ¿no? Si lo importante es quitar gastos superfluos, me imagino que podremos quitar esta partida que, anualmente, supone muchísimo para las arcas del Estado. Con respecto al Congreso, mis conclusiones son parecidas: 4.500 euros (es una aproximación) para los que vienen de fuera de Madrid, y unos 3.500 para los madrileños. No está mal la cantidad de dinero que gastamos si tenemos en cuenta que son 350 ‘personajes’ y que muchos, ganan también sueldos por actividades privadas (conozco abogados y economistas que siguen ejerciendo) o reciben ingresos desde sus propios partidos (son concejales en ayuntamientos, por ejemplo). ¡Me marean tantos números! Pero, en este caso la solución es mucho más sencilla: si el PP cuenta en la actualidad con 186 escaños, mayoría absoluta, y puesto que todas sus ‘señorías’ votan lo mismo que el que manda ante cualquier propuesta, ¿no sería lo mismo contar con 3 personas cuyos votos sirviesen en el recuento como esos 186 votos?  Y lo mismo para el PSOE,: en vez de 110 ‘chupópteros’, 3 cuyos votos reflejen el sentir del resto. Y así con cada grupo parlamentario… El ahorro, e insisto en que soy de letras y no voy a coger la calculadora, sería inmenso. Y el resto de la peña ¡a currar!

¿Soy simplista? Seguramente, pero ¿por qué hemos de mantener a tantas personas que, en realidad, poco o nada hacen por la gente como yo? ¿Cómo se va a preocupar por los recortes alguien cuyo sueldo roza los 6.000 euros? ¿Cómo van a cambiar las cosas si las personas que han de cambiarlo no están dispuestas a cobrar sueldos normales a cambio de un trabajo que se han comprometido a hacer por el bien de todos?Así que pelean con uñas y dientes por no dejar sus poltronas… ¡Yo también lo haría con semejantes ventajas!

¿Tan fácil es verlo desde fuera y tan complicado desde dentro? Señor Rajoy: ¡despida usted a los vagos que están en las instituciones que nos representan (incluya a los personajes que trabajan en los gobiernos autonómicos, que son de la misma calaña)!Seguramente subirá, y mucho, el número de parados, pero nos ahorraremos una pasta y recortaremos en esa deuda sobre la cual, acabo de acordarme, tengo una pregunta: ¿a cuánto asciende? Es que si se ahorran un pico de millones de aquí, otro pico de allá, etc., me gustaría conocer cuánto debemos para empezar a pensar en el futuro. Aunque sea en el futuro de los hijos que aún no tengo.

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Acercarse a los 40

Igual es que estoy mayor, o igual es que como llueve estoy más tonta de lo habitual (y eso es mucho decir, porque últimamente estoy irreconocible en algunos aspectos), pero hoy me ha dado por pensar en el vacío que se abre para la gente de mi generación en el plano laboral. Las políticas de estos que alguien puso en el poder (yo desde luego no fui), abogan por la empleabilidad de los jóvenes. Y lo comparto porque no hay nada más frustrante que acabar de estudiar, querer emprender un camino propio, y no encontrar ninguna salida (si exceptuamos a los niños de papá o a los enchufados que, sirvan o no, siempre tendrán un curro mejor que el que lo merece). ¿O no es lo más frustrante?

Creo que a la par de este agujero negro juvenil, existe uno parecido y si cabe aún, más profundo: tener casi 40, haber conocido el trabajo para el que estás predestinado (no encuentro una palabra mejor para explicar mi devoción por la escritura) y estar en paro en la actualidad. Da igual el reciclaje al que te hayas sometido, da igual la capacidad que tengas para vender tu profesionalidad, da igual que estés dispuesto a ‘casi-renunciar’ a tu vida personal por un empleo digno (aunque ya no sé cómo medir la dignidad, visto como está el mercado). Da igual todo porque aunque te diversifiques, seas capaz de aprender a hacer de todo o casi,seas constante, etc., nadie confiará en ti para ofrecerte un puesto en su empresa. ¡Y no digo nada si a esto le sumo el hecho de que soy mujer! ¿Es que acaso la experiencia no es un grado? ¿Es que las ganas de aportar cosas, de seguir aprendiendo, no son suficientes? Pues parece que no en el panorama actual.

Y vuelvo al punto de partida: los empresarios quieren jóvenes (‘querer’ es un decir porque tampoco hay trabajo para ellos).Buscan personas sin experiencia a las que pagar una miseria para hacer el trabajo de una persona que, hace unos años, hubiera cobrado un sueldo con que el vivir por la misma labor. Y el problema viene cuando esta última persona, esa que emprendió una vida cuando el agujero no era ni profundo ni negro, también quiere seguir desempeñando su actividad: aunque sea por un sueldo irrisorio. Porque de algo hay que vivir y los bancos no entienden de sueños frustrados, ni de edades.

Pero eso, ¿cómo se lo cuento a alguien, como los políticos, que con casi 40 ya tiene su futuro solucionado? Si es que nos quieren sacar de las crisis los que no saben qué es la crisis… ¡Y así nos va!

 

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¿Todos iguales? Jajaja

Estoy un poco harta de la radio. Y de la prensa, de la digital y de la ‘de siempre’. Y si me apuras, hasta de los informativos de la tele, aunque los veo poco. Y no, no me he vuelto loca, ni me ha dado un arrebato en contra de los medios de comunicación que son parte de mi vida. Es que no aguanto ciertas noticias. La última, la que más indignación me produce a día de hoy es la de la amnistía fiscal: y es la última artillería con la que bombardear al espectador/oyente. En todas partes y a todas horas. Total, y resumiendo: si eres rico, no sólo puedes defraudar a Hacienda sino que, además, el Gobierno te va a dar una palmadita en la espalda. Pero, ¿qué pasa si eres pobre? Yo, que en toda mi vida laboral difícilmente he superado los mil euros de sueldo, hubo una declaración, en la que, por haber cambiado de empresa, tuve que pagar 1.500 euros. ¿De dónde los iba a sacar yo si no contaba ni con pagas extras, ni con incentivos de ninguna clase? La ‘misericordia’ de Hacienda fue concederme dos plazos: ¡¡¡dos plazos!!! Impresionante. Y conozco casos a porrillo de gente que sin alcanzar ese sueldo mileurista, ha pagado mucho más, sólo por estar ahorrando para comprarse una casa en un futuro, o por tener varios pagadores en un mismo año fiscal (lo que hace que te replantees cualquier cambio de trabajo: bueno, contando con que existiese esa posibilidad de cambio), o por haberse ido a cobrar el paro.

El caso es que ahora que empieza a ocupar espacio la nueva campaña fiscal de 2011, me encuentro con que Hacienda NO somos todos. Que lo de que todos somos iguales es un chiste. Pues maldita la gracia que me hace darme cuenta ahora. Porque, he de de ser sincera, alguna vez he pensado en la posibilidad de no pagar y esperar las consecuencias. ¡Hasta tenía una visión romántica de la cárcel con la seguridad de tres comidas y cama gratis y la opción de poder sacarme una nueva carrera universitaria a gastos pagados! Pero, si lo hubiera hecho, si lo hiciera este ejercicio (en el que no voy a declarar porque no tengo qué declarar), ¿me darían también una palmadita en la espalda y me dirían ‘no lo vuelva a hacer, señorita’? Jajajaja. Ni de coña. Pero claro: yo no ubico bien en los mapas los paraísos fiscales, ni sé cómo se accede a cantidades ingentes de dinero que esconder en ellos, ni sé cómo se hace para tener una cuenta allí… A no ser que sirvan los ejemplos de las películas, claro.

Total, que estoy un poco harta de radios y demás por contarme cada día que los que escuchamos y leemos somos imbéciles por creer que el camino para salir de este atolladero económico lo tenemos que hacer entre todos. ¡Qué inocente que soy!

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29M

No entiendo nada. Algunos huelguistas del País Vasco confunden churras con merinas y aprovechan cualquier reunión popular para hacer apología de sus ideales. Esto pasó el día de la Huelga General en Vitoria, en la manifestación de las seis de la tarde. Una marcha en la que había padres con niños pequeños y, cómo no, radicales que gritaban consignas contra la policía y les insultaban (pocas cosas pasan a veces). Llegados a la plaza de la Virgen Blanca tomó la palabra una chica soltando un discurso en euskera que entenderían muchos (no digo que no), pero que para otros fue completamente indescifrable. Cuando por fin se supone que llega la hora de traducir el discurso para los mortales que tenemos la mala fortuna de no hablar ‘nuestra lengua’ pese a ser vascos desde hace al menos 5 generaciones (nunca he sabido si los bisabuelos de mis abuelos venían de otra parte de España), cuál no sería mi sorpresa, y la de mi acompañante, cuando descubro que referencias nulas a la nueva reforma laboral. Eso sí: mucha ‘represión del estado español’ que ‘nos está llevando a la ruina’, mucha ‘autodeterminación ‘ y ‘autogobierno’ y mucho ‘presos a la calle’. ¿Y estos que tomaron el micrófono el pasado jueves, son los que me representan? Pues a mí, NO. Yo quiero una sociedad sin discriminaciones lingüísticas lo primero (ya está bien de políticas a favor del euskera: si es mi lengua, que me paguen el 100% de su aprendizaje) y quiero una ciudad en la que cualquier excusa no se use para hacer apología del maldito odio a España.

No me cabe otra cosa que preguntarme si estos que tanta obsesión tienen contra todo lo que tiene que ver con España salen alguna vez de este territorio, porque espero que no: que no veraneen en Cádiz, que jamás hayan puesto un pie en la Puerta del Sol ni hayan comprado, por ejemplo, en Mercadona. Espero que no salgan más allá de Hendaya porque yo, que he salido de esta tierra, sé que la gente que no es de aquí tiene preocupaciones más afines a las mías: encontrar un trabajo con un sueldo digno y ser feliz.

Así que en la manifestación del 29M no hablaban de mí. No hablaban de mi familia, ni de mis amigos. Hablaban de los de siempre, de los que necesitan ser portada para sobrevivir.

Pero yo, que soy vasca, quiero reivindicar mi derecho a la protesta ante los recortes (30 horas ingresada hace a penas un mes para 10 minutos de intervención), ante la impunidad de los abusos empresariales, ante los proyectos multimillonarios en los que se invierte el dinero público (aquí se llama centro para el euskera, por ejemplo), ante la imposibilidad de encontrar un trabajo si no es con un buen enchufe, ante el intrusismo profesional,…Sólo tengo 40 años pero el gobierno, los gobiernos, me están condenando a un futuro aciago y negro. Muy negro. ¿Va a arreglarme la vida la independencia del País Vasco? No sé porqué me da que no. Que esa idea beneficiará a los de siempre: a los que cogieron el micrófono en mi nombre y se olvidaron de porqué estábamos reunidos!

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